domingo, 18 de enero de 2009

El mar como alternativa


Ignacio Escolar nos da su visión del conflicto en Gaza.

Los dos primeros párrafos no merecen réplica. Esperemos que para el resto de la generación de Escolar la política sea más compleja que un videojuego del tipo "shoot them up".

Pasando al tercero. Atribuir la guerra al cálculo electoral es no saber de lo que se habla ("qui prodest?", me parece escuchar en lontananza). Una abrumadora mayoría de israelíes la apoya, y hay consenso al respecto entre los partidos. No es una medida extravagante para dar un golpe de efecto en los sondeos; es geopolítica de primer orden.

Tampoco entiendo que se recrimine a España vender armas a Israel por 1.500.000 €, siendo éste un país democrático, y que nadie se sorprenda de la cifra ligeramente más abultada en la facturación a Marruecos, de aproximadamente 48.000.000 €. Seguro que el buen Mohamed usará esa mercancía piadosamente, pues para eso se inventó el material bélico.

Cuarto párrafo. Hay que meter el imperialismo con calzador. Pero no el imperialismo árabe del gran califato que propugnan los ideólogos del terrorismo internacional, sino el de quienes nunca han expresado su voluntad de crear un imperio, conformándose con que les dejen vivir en un territorio equiparable al de la Comunidad Valenciana. Así, si Israel es atacado, es imperialista por defenderse. Si ocupa tierras para su seguridad, imperialista con mayor razón. Si se retira de ellas para lograr la paz, reconoce que ocuparlas fue imperialista. Si las ataca sin proceder a su ocupación, es imperialista y genocida.

Quinto. A Israel no se le permite ni atacar por tierra, ni por aire, ni llevar a cabo asesinatos selectivos. Haga lo que haga, por lo que se ve, está legitimando a su enemigo exterior. Con lo cual, no le queda más que sentarse y ver caer los cohetes en su territorio. Y, quizá para pasar el tiempo, mientras la población civil transcurre el día en refugios antiaéreos y muriendo proporcionadamente, romperse los cuernos de la diplomacia contra quienes han manifestado en su acta fundacional (entre otras) la voluntad insobornable de destruirlo.

La frase final de Escolar da la impresión de esperar, con hipócrita compunción, que llegue ese día. Que venga el día de la ira palestina e Israel pague por todos sus pecados, empezando por el pecado de existir. Por ahora parece lejos, pero que vayan preparándose. En el momento en que en cuestión de semanas vuelvan a morir dos centenares de judíos en atentados suicidas no escucharéis hablar de imperialismo ni de genocidio, sino de "consecuencias". La moral y la ley de la causalidad se recuperan sólo cuando, en su maldad "a priori", matan los malos.

viernes, 16 de enero de 2009

Público, con P de Pogromo


Un doble rasero tan brutal como el que está aplicando la práctica totalidad de los medios españoles, a los que desde las tribunas de la izquierda en internet se exige ser más duros con Israel (!?), sólo puede explicarse desde la acepción de personas. Si no damos por hecho un prejuicio en todos estos "informadores", no hay manera de entender la distorsión antiisraelí, sesgo que no se aprecia cuando los conflictos o los contendientes son otros, con independencia del número de bajas y del grado de barbarie que generen. Así pues, en el momento en el que la razón ya no nos sirve para el análisis, tenemos que rebuscar entre las pasiones, los bajos instintos y el odio abyecto.

Para muestra, un botón. Ignacio Escolar, exdirector de Público, en resumen de su línea editorial sobre este asunto espetó lo siguiente a un portavoz del ejército israelí desde una radio pública: "No disparáis a los civiles, simplemente les acertáis". En la conversación precedente parecía eximir a Hamas de este mismo cargo, puesto que usan "cohetes y no misiles" y, por tanto, no pueden dirigir su proyectil a un objetivo concreto, aun cuando apunten contra un núcleo de población civil con la única intención de causar este tipo de víctimas. Es decir, donde no hay intención de asesinato (hasta que se pruebe lo contrario), se la asume, y donde a todas luces la hay, se la niega.

No he visto que nadie le afee esta lógica miserable, pero sí a muchos que han destacado la bravuconada con orgullo. Y no ha faltado quien lo viera como un indicio de su cese a manos del lobby judío. Suerte que España no es antisemita, sólo antifascista.